Micros amarillas: un ícono cultural santiaguino

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Las Micros Amarillas, conocidas por su llamativo color, formaron parte del entramado urbano de Santiago desde la década de los noventa, cuando comenzaron a operar en la ciudad, hasta el 2007, cuando fueron reemplazadas totalmente por el Transantiago.

Con mucha emoción, me subí a la micro amarilla en el Día del Patrimonio Cultural. La ciudad estaba llena de vida y las calles rebosaban de personas ansiosas por explorar los distintos lugares históricos y culturales que se abrían al público ese día.

Decidí subirme a la micro amarilla por la nostalgia, por aquellos recuerdos de mi llegada a Chile. Llegué a este hermoso país hace ya 18 años.

Recuerdos del ayer

Tan pronto como subí, me di cuenta de que estaba en un ambiente festivo. La micro estaba decorada con banderas y colores patrios; el ambiente era animado y las personas dentro de la micro estaban emocionadas por el recorrido que estaba por comenzar.

Y fue en ese instante que mi mente viajó al pasado, era el año 2005 y Santiago se dejaba llevar por un ritmo contagiante, estaba de moda la música axé, que no solo se escuchaba en las radios, también en la tv al ritmo de jóvenes artistas que participaban de los programas juveniles Rojo y Mekano.

Al principio, empecé a recorrer a pie las calles de Santiago, yo venía de una realidad muy distinta en cuanto a locomoción colectiva y, a pesar que a lo lejos veía a los choferes de las micros amarillas competir entre ellos por un pasajero, sentía que era bastante ordenado y uniforme. En Lima esto era algo impensado en ese tiempo. 

Otra novedad para mí, era ver cómo el chofer era el mismo que cobraba y daba los boletos, al mismo tiempo que se preocupaba de tener buena música para sus pasajeros y de fijarse por los espejos que nadie se subiera sin pagar, en ese tiempo el pasaje costaba algo de 300 pesos, pero era bastante habitual escuchar: ¡tio! ¿ me lleva por 100 pesos? y casi siempre la respuesta era un sí.

Mi primer viaje en las Micros Amarillas

Aquel día la lluvia caía con intensidad, convirtiendo las calles en un mar de charcos, es por eso que decidí  aventurarme y tomar una micro amarilla por primera vez.

Al acercarme a la parada, noté que era imposible subir por la parte delantera del bus, sin embargo mis opciones eran pocas, ya estaba empapada por la lluvia. Decidí vivir la experiencia y, al igual que muchos, subí por atrás y me sumergí en ese caos urbano.

Una vez que las puertas se cerraron y mi corazón latía a toda velocidad, presencié cómo los pasajeros tuvieron que pagar su pasaje y, por supuesto, hice lo mismo. El dinero empezó a circular de mano en mano hasta llegar al conductor y, para mi sorpresa, fue increíble ver cómo regresaba el boleto y mi vuelto. ¡Nadie se apropió de nada!

Luego, para descender de la micro, había que tirar de un cordel que estaba conectado al timbre y,  ¡lo mejor es que podías bajarte donde quieras! Si no funcionaba el timbre podías gritar fuerte y claro: ¡Tío, la puerta!

¿Por qué reemplazaron a las Micros Amarillas?

A pesar de lo pintoresco de este sistema y de todos aquellos recuerdos que marcaron una época entre los chilenos, no puedo dejar de mencionar que también existían falencias. Ya en el año 2002, el presidente Ricardo Lagos había anunciado, con bombos y platillos, un nuevo proyecto de transporte público para el Gran Santiago.

Como mencioné antes, las micros amarillas solían competir  por los pasajeros  y los conductores se veían inmersos en una carrera por obtener mayores ganancias. Esta lucha desenfrenada resultó en excesos de velocidad y disputas en las calles, poniendo en riesgo la seguridad de los usuarios.

Otro factor que fallaba de este sistema era la sobreposición de rutas. Algunos microbuses tenían trayectos muy similares, lo que causó una saturación en calles clave, como la reconocida Avenida Libertador Bernardo O’Higgins, conocida popularmente como Alameda.

Además, existía el reclamo constante de maltrato a los escolares, esto sumado a que se manejaba con las puertas abiertas y, muchas veces, los pasajeros se lastimaban al bajar, ya que las micros, en el afán de seguir su recorrido, no paraban totalmente, y eso causaba este tipo de accidentes.

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Transantiago

Ante esta situación, la ciudadanía demandaba un sistema de transporte público más eficiente, que ofreciera mejores frecuencias, tecnologías y autobuses. Es así que ante tanta expectativa, en el verano del 2007, comenzó a operar el Transantiago con Iván Zamorano como rostro de la campaña y, la famosa tarjeta Bip. Lamentablemente no fue lo esperado, y todos sabemos en qué decantó.

Micros Amarillas: personalidad y encanto

Cada dueño y conductor de estas micros personalizaba la máquina, dándole un toque único. Las bautizaban con apodos ingeniosos. Frases llamativas y decoraciones extravagantes ocupaban la máquina, brindando a los pasajeros una experiencia única que quedó grabada en sus recuerdos, no solo por lo antes mencionado, sino también por la historia y el contexto en que nació este sistema de transporte. 

Las micros amarillas representan un período en el que Chile experimentó un crecimiento económico significativo. Habían dejado atrás los tiempos de la dictadura y el país estaba en constante transformación. Estas llamativas máquinas eran un reflejo de ese cambio y hoy poder viajar en ellas es, de alguna manera, rememora ese pasado.

La nostalgia se extiende también a la comodidad y la simplicidad de aquellos viajes, en aquel entonces, era posible tomar una sola micro para llegar a nuestro destino sin tener que realizar complicadas combinaciones de transporte.

Por supuesto, el factor económico también juega un papel importante en la añoranza. El pasaje en las micros amarillas solía ser más barato en comparación con el actual sistema de transporte público.

Sin embargo, más allá de estos aspectos tangibles, la verdadera nostalgia parece residir en las experiencias únicas que ofrecían las micros amarillas.

Las Micros en el día del patrimonio 2023

Antes, cada viaje en estas micros era una aventura llena de sorpresas y encanto. Desde las frases ingeniosas escritas en sus carrocerías hasta las coloridas decoraciones interiores, estas pequeñas joyas del transporte público transmitían una sensación de diversión y originalidad.

Sin embargo, cada año, en el Día del Patrimonio Cultural, podemos revivir la experiencia de viajar en estas micros cargadas de historias.

Ese 28 de mayo, un animado bullicio se apoderó de la Avenida Tupper, justo enfrente del metro Parque O’Higgins, ese era el punto de partida de este viaje totalmente gratuito y especial.

Era la oportunidad para explorar Santiago desde una perspectiva diferente. Los recorridos por la majestuosa Alameda, la vibrante Avenida Matta, la histórica Blanco Encalada eran solo algunas de las paradas en el itinerario.

Pero antes de embarcarme en aquel emocionante recorrido, sentí la necesidad de conocer al hombre detrás de la máquina. Su nombre era Víctor Jiménez, un hombre que había adquirido hace unos meses y con mucho esfuerzo esta micro amarilla.

Pero esta no era una simple adquisición, sino un tributo a su padre, quien había sido conductor de micro durante muchos años y a los preciosos recuerdos de su infancia.

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Manteniendo la tradición

Para Víctor, esta micro es un símbolo de orgullo, una forma de honrar a su padre y de compartir este legado a su hijo, de seguro esta tradición seguirá pasando de generación en generación dentro de su familia.

Los recuerdos de su infancia y los días en los que trabajó junto a su padre como cobrador humano, son momentos que dejaron una huella imborrable en su corazón, y ahora él tenía la oportunidad de revivirlos y compartirlos con otros.

Me explicó que él junto a otros dueños se organizaron para cubrir todos los gastos por cuenta propia y así ofrecer este servicio a la comunidad, basado en la premisa de que «Recordar es volver a vivir». A través de este compromiso, Víctor y sus compañeros brindaron a la gente la oportunidad de revivir esos momentos especiales, de experimentar la nostalgia y de conectar con la historia de la ciudad a través de este antiguo transporte público.

Y así, año tras año, a pesar de los desafíos y los cambios en el panorama del transporte, las Micros Amarillas continuarán siendo un ícono cultural en el Día del Patrimonio de Chile, manteniendo viva la memoria y la tradición de un país que valora y celebra su legado histórico.

El TinteroCultura

Escrito por Diana Canales

 


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