El ser humano es una síntesis de lo temporal y lo eterno, de lo finito y lo infinito. Debo encontrar una verdad que sea verdad para mí. La angustia es el vértigo de la libertad. La vida no es un problema que tiene que ser resuelto, sino una realidad que debe ser experimentada. La vida sólo puede ser comprendida hacia atrás, pero únicamente puede ser vivida hacia adelante. Si te casas lo lamentarás. Si no te casas, también lo lamentarás.
Filosofía de tierras frías
Estas palabras de Soren Kierkegaard sintetizan el mensaje que Lars von Trier nos hace llegar a través de su película Melancholia. Una crítica a la sociedad consumista, preocupada de las apariencias, los lujos, las relaciones por conveniencia, atrapadas en el estadio de la moral estética, que es el nombre que Kierkegaard dio a este estilo de vida y la forma de enfrentar el hecho inminente de la muerte. Todo esto da sustento intelectual al guión del cineasta danés.
Apoyado en la música de Wagner (Tristán e Isolda) y la fotografía del chileno danés Manuel Claro, nos sumerge en un fotomontaje, donde se nos presenta el planeta Melancholia, materialización de la angustia de Kierkegaard, el que emerge detrás del sol para dar inicio al periplo que culminará en la colisión con nuestro planeta, y su casi instantánea destrucción. Una metáfora bastante gráfica para manifestar el daño que produce a nuestras vidas como a la del planeta esta vida superficial.
Después de unos 8 minutos de operática introducción se presenta el primer acto. Justine, encarnada por Kirsten Dunst quien, a través de una gran performance, nos conduce por sus altibajos emocionales a medida que se va desarrollando su boda, organizada perfectamente por su hermana Claire, Charlotte Gainsbourg, la que ve toda su planificación amenazada desde el principio por el retraso del arribo de la novia.
Sensaciones conflictivas
El entorno y la fiesta son fastuosos, en más de una ocasión se destacan los 18 hoyos del campo de golf de la mansión, todo es aparentemente feliz y estable, pero bastaron unas palabras de la madre, Charlotte Rampling, en discusión con su ex marido, John Hurt, para echar abajo el castillo de naipes. La depresión, la angustia y el miedo se apoderan de Justine, es como si algo externo la invade y le impide ser feliz.
En el desarrollo de la fiesta se nos van presentando los distintos personajes que acompañan a Justine en la tragicómica odisea de su matrimonio, entre los que destacan su cuñado John, en los pies de Kiefer Sutherland, Michael su novio, en la persona de Alexander Skarsgård y su jefe, desempeñado por Stellan Skarsgård, ejecutando cada uno su rol de manera perfecta en el enmarañado de la historia de la película.
Con planos muy cerrados, reflejando la angustia de la protagonista, von Trier nos asfixia con cada una de las escenas en el interior de la casa, para luego oxigenarnos y darnos una pausa con planos exteriores abiertos, que nos muestran tomas del prado y el cielo, respiros tanto para Justine como para nosotros.
Destino irreparable
Luego de todo el desarrollo de la fiesta de matrimonio, comienza el segundo acto llamado Claire. Son los días que siguen a la celebración y Justine sumida en la depresión acude a su hermana por ayuda. Por otra parte, el planeta Melancholia lleva varios días en órbita y se acerca cada vez más a la Tierra, despertando el temor en muchas personas ante una eventual colisión con nuestro planeta, pero John, quien sabe de astronomía asegura que no hay nada que temer, y que es un evento para disfrutar.
Es aquí cuando los papeles se invierten. Justine se ha entregado a Melancholia y esto le ha estabilizado. John ante la inminente colisión, se ve superado y decide suicidarse, lo que desata el pánico en Claire, quién se apoyaba en su marido para tranquilidad y protección. Es entonces que Justine empoderada y entregada asume el mando y trae a su hermana a la realidad, ayudándole a aceptar la muerte.
De esta forma, von Trier nos presenta el segundo y tercer estadios morales. El ético, donde se toma responsabilidad de la vida y se aborda de manera consciente, controlando la angustia que nos provoca el conocimiento y aceptación de la muerte, lo que finalmente no lleva al religioso, que se sustenta en la fe, pero una fe fundada en el desarraigo del yo, la entrega y el amor infinito.
Se requiere de una gran capacidad para sintetizar tan profundos pensamientos y lograr imágenes, sensaciones y simbologías tan acabadas en los 120 minutos de la película Melancholia, y Lars von Trier hace que parezca fácil. Sin duda una obra de talento e intelecto.
En su documental, utiliza decenas de horas de grabación acumuladas a lo largo de los años, transformándolas en un retrato íntimo y auténtico de la vida en esta localidad.
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