«Silencio en el estadio»: un gol contra nadie
Hace algunos meses, mediante la editorial Planeta, «Silencio en el Estadio» vio la luz. Un relato gráfico que cuenta una parte de la historia futbolera de Chile que no está del todo resuelta, y de la que aún hay vacíos y grises. Hablamos del partido que enfrentó a Chile con la extinta Unión Soviética en las clasificatorias del mundial de Alemania 1974.
La selección chilena debía abordar un avión hacia Moscú la misma mañana del once de septiembre. Imposibilitados de hacerlo, tuvo que pasar una semana de incertidumbre respecto del futuro de la clasificatoria, y de angustia por parte de aquellos jugadores que apoyaban a la Unidad Popular, como el Pollo Véliz o Carlos Caszely. Después la historia se vuelve difusa. No hay registro fotográfico o audiovisual del enfrentamiento en tierras soviéticas, donde los seleccionados chilenos lograron un meritorio empate.
Luego, a la espera del partido de vuelta, la selección Soviética se niega a jugar en el Estadio Nacional, en protesta, se dice, por las violaciones a los derechos humanos. Y algo aún más insólito: veedores de la FIFA visitan el estadio y consideran que están todas las condiciones dadas para celebrarse un encuentro, habiendo aún detenidos en las instalaciones, como bien logra determinar Soffia al dar un vistazo en la prensa del periodo.
La historia termina con uno de los episodios más vergonzosos del fútbol nacional: frente a un estadio vacío y contra ningún equipo, la selección chilena hace un gol contra nadie, en un arco vacío, para sellar así su clasificación al mundial.
«Silencio en el Estadio»: El relato
El relato en “Silencio en el Estadio” parte de una pregunta por el qué y el cómo: qué hechos configuraron este mito del fútbol nacional, qué hay de verdad entre todas las opiniones, visiones y comentarios sobre ello. Quiénes, dentro del cuerpo de testigos, pueden contar más sobre este episodio tan particular de la historia. Cómo es posible que un país con tanto interés en documentar su historia, como la Unión Soviética, no haya registrado el duelo contra un humilde y golpeado país del cono sur de América. Cómo la FIFA pudo dar el vamos ante los ojos atentos y horrorizados del mundo, mientras se daba inicio a una de las dictaduras más sangrientas del siglo 20.
Esto y más se va hilando en el relato de Álvaro Soffia, secundado por Rodolfo Aedo, Arquitecto e ilustrador cuyo trazo nos recuerda al fallecido Jorge Gai, quien trabajaba bien tanto la tira cómica como el relato realista, muchas veces difuminando ambos en un mismo cuadro.
La narración cuenta con el artilugio del personaje guía, que pone la voz para hacernos entrar en la historia narrada, de manera que el cómic se sienta mucho menos una investigación y más un cuento. Algo similar a lo que realiza el autor Carlos Reyes con el personaje del investigador Nitsch en su novela gráfica “Los Años de Allende”. Es decir, un personaje que puede ser real pero que se ficcionaliza para servirnos como puente entre nuestra lectura y el fondo del relato.
Haciendo memoria
Este cómic también se nos presenta como un ejercicio de memoria sustentado en una investigación documental. En la prensa, Álvaro encontró la mayor parte del esqueleto de la historia: las fechas, los avisos de venta de las entradas, tanto en el Nacional como los más fanáticos que irían a Moscú directamente a apoyar. Pero no bastaba. De esta historia en particular, faltan muchos detalles, todos oscurecidos por el brutal episodio que cambió el país para siempre, y al cual se vuelve constantemente, como una literal herida que no termina de cerrar.
Aún así, persisten espacios en blanco que sólo queda llenar con historias, lo que convierte también a este libro en parte de esa misma memoria del pasado, lo conecta con esa historia desde nuestro presente. Tal es el poder de la memoria, que traspasa tiempos y relatos, les da sentido a nuestras preguntas y hace que hasta un gol contra nadie cobre un sentido, aunque sea narrativo.
La obra de Álvaro Soffia se compone de, además del relato principal, una sección de entrevistas y otra de recortes de prensa de la época, lo que nos permite dar más sustento a nuestra lectura, aunque debemos que entender, de todas formas, que la literatura y el cómic siempre serán ficción y, a la vez, siempre serán realidad, ya que es imposible escapar de las interpretaciones y los sesgos, grandes o pequeños, que los distintos testimonios o relatos nos puedan aportar a una construcción literaria o gráfica (o ambas) de un hecho real.
El cómic como herramienta para el fomento lector y en la preservación de la memoria
Guillermo del Toro, en la ceremonia de los Oscars el año 2023, al recibir su estatuilla a la mejor película de animación por Pinocho, señaló tajantemente: “La animación no es un género”, queriendo decir con esto que este formato es un medio más para contar historias, particularmente en el cine, y que no merecería estar relegado a una categoría aparte, por el mero proceso técnico de llevar al movimiento una narrativa.
Y es que históricamente, además, la animación ha sido tratada como un género, erróneamente considerado tal vez menos adulto que su contraparte de carne y hueso, a pesar de que en la actualidad, podríamos decir que gran parte del cine mainstream cuenta en su proceso con artilugios digitales, que en estricto rigor es animación.
En el mundo de la literatura ocurre algo similar con la narrativa gráfica o cómic. Grandes y pequeñas obras del formato han debido sortear escrutinios críticos y de contenido para llegar a contar con una aceptación dentro de la industria literaria, y aún al día de hoy encontramos, por ejemplo, en las librerías, una gran sección de cómic que incluye tanto los condoritos como erotismo europeo o superhéroes en un solo cuerpo semántico.
La validación del medio se ha dado de manera firme pero paulatina, con clásicos como Maus o Persépolis consagrados a las lecturas complementarias de colegios que aún sortean la ola de conservadurismo a nivel mundial.
También, usado como transición entre lo visual y lo escrito, el cómic adquiere fuerza como herramienta para el fomento lector y en la preservación de la memoria, donde su capacidad de amalgamar texto e imagen, le permiten dar sentido a recuerdos colectivos y a la construcción de una narrativa donde antes sólo habían fragmentos.
“Silencio en el Estadio”, ejercicio de reconstrucción de la memoria nacional
La historia de “Silencio en el Estadio” es uno de los crecientes y recientes ejemplos de este ejercicio de reconstrucción de la memoria nacional, que cubren desde el relato intimista de “Mamá, Yo Te Recuerdo”, de Emiliano Valenzuela y Consuelo Terra, a episodios de valor y solidaridad ante las catástrofes naturales, como en “Nadie Más Tiene Que Morir”, relato gráfico de Lucho Insunza y Malcolm Leiva, que relata la hazaña realizada por voluntarios para hacer una salida de agua al lago Riñihue y evitar así la desaparición de gran parte de la ciudad de Valdivia.
Relatos como los encontrados en Silencio en el Estadio nos dan cuenta de la necesidad, desde la narrativa gráfica, de aportar al ejercicio colectivo de la memoria con un lienzo donde caben distintos relatos, venidos de todas partes de nuestra realidad y ficción compartida.
Escrito por Mario Varas